En medio de la ola de incrementos del Salario Mínimo Interprofesional (SMI) que empuja gobiernos europeos, la revista The Economist levanta la mano y advierte con un aviso poco usual: “Alto. Los gobiernos deberían dejar de subir el salario mínimo porque eso podría desacelerar la creación de empleo”.
Este llamado a la cautela llega justo cuando en España y otros países la revalorización del SMI se ha convertido en emblema político y social.
¿Se trata de un desierto de buenas intenciones que puede bloquear el emprendimiento, la competitividad y la generación de empleo?
Desde MundoEmprende analizamos en profundidad por qué el aviso de The Economist importa, qué implicaciones tiene para emprendedores, microempresas y autónomos, cómo se inserta en el contexto español y cuál es el peligro real de que subir el SMI sin matices acabe siendo un freno más que un impulso.
¿Qué dice y advierte exactamente The Economist y por qué choca con el discurso dominante sobre el salario mínimo?
La editorial firmada por The Economist señala que, aunque la intención política de subir el salario mínimo es justa —mejorar ingresos bajos, fomentar demanda interna, reducir desigualdad— la evidencia empírica reciente advierte de efectos secundarios: menor empleo, sustitución por automatización, presión de costes en pymes, menor ritmo de contratación.
El artículo describe cómo la proporción entre salario mínimo y salario medio o mediano se está acercando a niveles que, según algunos modelos económicos, podrían empezar a provocar distorsiones en la demanda de trabajo.
Así, la recomendación no es eliminar el SMI, sino contener su ritmo de crecimiento, vincularlo a productividad, a la competitividad, al tamaño de la empresa y a la realidad sectorial.
Este posicionamiento choca con el discurso político y social dominante en España: subir el SMI es sinónimo de justicia social y avance.
Los gobiernos y buena parte de sindicatos lo defienden como instrumento de dignificación del empleo.
Pero la advertencia de The Economist interpela a quienes gestionan empresas y emprenden: ¿y si estamos subiendo un coste estructural sin que el tejido productivo lo compense? ¿Puede esa política jugar en contra de los que contratan, invierten o crecen?
El contexto español: Salario Mínimo en alza… y riesgos latentes para el emprendedor y The Economist advierte
En España, el SMI ha experimentado subidas relevantes en los últimos años, impulsadas por compromisos políticos, recuperación económica y pacto social.
Pero al mismo tiempo, el soporte productivo —inversión, productividad por hora, estructura empresarial— no ha crecido al mismo ritmo.
Para el emprendedor que arranca o la microempresa que opera con márgenes estrechos, aparece una tensión: pagar más al trabajador puede parecer éticamente obligado y políticamente legítimo, pero ¿cómo se paga con ventas estancadas, competencia de bajo coste y presión sobre precios?
Aquí es donde el análisis de The Economist adquiere relevancia.
Si muchas pymes o autónomos asumen el SMI creciente sin que aumente su valor añadido, competencia o productividad, se encuentran entre dos opciones: asumir impacto de coste o reducir plantilla, horas, inversión.
Sectores intensivos en mano de obra, con poca capacidad de automatización o aumento de valor añadido (como comercio minorista, hostelería, servicios locales) son más vulnerables.
Además, un SMI elevado puede desalentar la formalización, la contratación de novatos o jóvenes, la evolución progresiva de salarios, lo que puede afectar la inversión en talento, la rotación, la gestión de plantilla y a la escalabilidad de negocio.
En suma: aunque incrementar el SMI tenga virtudes sociales, también plantea cuestionamientos importantes sobre competitividad, contratación, coste laboral y dinamismo del emprendimiento.
Las vías de efecto: cómo una subida del Salario Mínimo, SMI, puede frenar el empleo — y el emprendimiento. advierte The Economist
Para quienes crean empresas, contratan o escalan, el SMI elevado puede actuar a través de varios canales de freno:
a) Coste fijo más alto para la empresa
Cada trabajador aporta un coste: cotizaciones, salario, formación, infraestructura.
Si la base salarial sube sin que la productividad lo compense, el coste fijo crece y el margen se aprieta.
La microempresa, que no puede repercutir fácilmente esos costes al cliente, puede reducir personal, horas, plantilla.
b) Contratación más selectiva, mayor riesgo al contratar
Cuando el salario mínimo está alto respecto al promedio del sector, las empresas contratan menos, exigen más cualificación, o evitan contratar personal nuevo sin claro retorno.
Esto afecta especialmente a los jóvenes, al primer empleo, a la rotación.
c) Menos margen para valorar la experiencia o la escala progresiva
En un escenario donde todos deben cobrar una cifra más elevada, la diferencia entre “contratar al novato” y “el profesional sénior” se reduce en términos coste-beneficio.
Esto puede distorsionar la progresión salarial, la inversión en formación o la contratación en cascada.
d) Automatización y reducción de horas
Al subir el salario mínimo, las empresas pueden inclinarse por sustituir mano de obra por máquinas, sistemas automáticos o externalización.
Esto afecta a microempresas menos capaces de automatizar y puede reducir oportunidades de empleo de menor coste.
e) Freno al emprendimiento como opción de bajo coste
El emprendedor que piensa en crear un primer puesto con coste ajustado —por ejemplo un auxiliar, un administrativo, un ayudante— ve cómo esa opción se encarece.
Una barrera de coste más alta puede disuadir la contratación mínima viable o provocar que el emprendimiento sea más caro de arranque.
En este contexto, la advertencia de The Economist está dirigida sobre todo a quienes gestionan la empresa, al emprendedor que calcula cada euro de coste, a la microempresa que no tiene margen de error.
Evidencia, matices y debates: no todo son escenarios negativos. The Economist advierte sobre salario mínimo
Aunque la advertencia es dura, la realidad empírica es heterogénea y matiza el debate:
Algunos estudios recientes muestran que la subida moderada del salario mínimo puede reducir desigualdad, aumentar ingresos de los más bajos y no necesariamente inducir destrucción de empleo si se acompaña de aumento de productividad, inversión en formación o mejoras tecnológicas.
Un meta-análisis señalaba que los efectos negativos en empleo suelen ser moderados, pero más visibles en subgrupos: jóvenes, trabajos de baja cualificación, tiempo parcial.
Algunos países han logrado combinar subidas del SMI con productividad y crecimiento, aunque el contexto macro (crecimiento, demanda interna, digitalización) lo facilitó.
Por otro lado, los sectores microempresariales, la informalidad, las economías regionales débiles están más expuestos a los efectos adversos. En España, donde la estructura productiva está compuesta en gran parte por pymes, el impacto potencial es mayor.
Por tanto, la conclusión de The Economist no es que subir el salario mínimo sea siempre un error, sino que subirlo sin acompañamiento puede producir efectos contraproducentes para el empleo y el emprendimiento.
Y que la política salarial debe calibrarse con realismo, productividad y competitividad.
¿Qué supone para el emprendedor y la microempresa española?
Para quien emprende, contrata, invierte o escala en España, las implicaciones del debate son concretas:
- Planificación de costes laborales: El coste mínimo del empleo ya no puede verse como fijo y bajo. El emprendedor debe considerar escenarios con salario mínimo elevado, cotizaciones, mayor exigencia de valor añadido.
- Elección del modelo de negocio: En sectores de bajo valor añadido (comercio local, hostelería básica, auxiliares) donde el margen es reducido, una subida fuerte del SMI puede poner en riesgo la viabilidad. En cambio, el emprendedor que se orienta a valor añadido, digitalización o especialización estará mejor protegido.
- Estrategia de contratación: Contratar jóvenes, personal de entrada o auxiliares se convierte en una decisión más compleja. Puede requerir mayor anticipación, formación, aumento de productividad desde el primer día.
- Innovación y digitalización como escape: Si el salario mínimo sube, la única vía para mantener competitividad es elevar la productividad: usar tecnología, reducir horas improductivas, optimizar procesos. Es una exigencia para el emprendedor que ya está ahí.
- Atención al destino del coste: Si el coste laboral sube y no se traslada al precio o al volumen de negocio, se reduce la rentabilidad, se retrasa el crecimiento, puede frenarse la expansión o inversión.
Así, la advertencia de The Economist no es abstracta: tiene nombre y apellido para el emprendedor español que opera con márgenes delgados y en un entorno de competencia global.
¿Qué debería hacer la política pública para que el SMI sea eficaz sin frenar empleo?. The Economist advierte sobre salario mínimo
Si se acepta que la subida del salario mínimo es una herramienta válida, pero con límites y condicionantes, las políticas públicas deberían incluir:
Subidas del SMI ligadas a productividad media, crecimiento económico y tamaño de empresa, no simplemente a porcentaje fijo anual.
Apoyo a la digitalización, formación y automatización para que las empresas puedan absorber el coste laboral más alto con mayor productividad.
Fomento de contratación de jóvenes, primer empleo, con incentivos que compensen parte del coste inicial.
Evaluación sectorial: algunos sectores pueden asumir mejor el alza de salario mínimo que otros; aplicar diferenciaciones, tramos o transiciones.
Refuerzo de la inspección, pero también acompañamiento técnico para pymes que enfrentan el coste laboral elevado.
Transparencia y evaluación constante del impacto: que se mida cuántos empleos se pierden, cuántos no se crean, cuántos costes adicionales se trasladan al consumidor.
Una política salarial responsable combina justicia social con realismo económico, equilibrio entre derechos y crecimiento.
Conclusión The Economist advierte: subir el salario mínimo frena el empleo y afecta a pymes y autónomos
La llamada de The Economist es un toque de atención incómodo pero necesario, especialmente para los emprendedores.
Porque implica reconocer que la buena intención no basta: subir el salario mínimo es legítimo, pero sin productividad, sin competitividad y sin crecimiento real, corre el riesgo de convertirse en palo y no en vara de medida.
Lo que es injusto es que el trabajador que gana poco se quede sin empleo porque su empresa no puede asumir el coste.
Y es paradójico que en nombre de la dignidad salarial se ponga en jaque al empleo, la contratación y el emprendimiento.
Si la subida del SMI condena a que un autónomo no contrate, que un comercio cierre un puesto o que una microempresa no invierta, estamos ante un modelo de “igualdad vía inmovilismo”.
La política salarial debe entender que el empleo y el salario son un binomio inseparable.
Y que para que el salario mínimo sea herramienta de progreso, no debe ignorar al pequeño empresario, al emprendedor y al micronegocio que crea empleo, invierte y asume riesgo.
El mensaje para el emprendedor es claro: no esperes a que el salario mínimo solo crezca; anticipa que subirá, planifica la productividad, invierte en valor añadido y diseña tu modelo para sostener ese coste mayor.
Porque si no lo haces, podrías ser parte de la estadística de empleo que no se crea.
Y para el regulador: si la subida del SMI es la respuesta, que venga acompañada de estímulos, acompañamiento y realidad productiva.
O corremos el riesgo de que la medida termine envuelta en buenas intenciones… y malos resultados reales.














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