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Empresas exprimidas: Hacienda se queda con casi el 29% de beneficios, un 20% por encima de la UE

Un informe de la Tax Foundation, presentado por el Instituto de Estudios Económicos (IEE) de la CEOE, revela como cada año las Empresas son exprimidas por la Hacienda española que se queda con el 28,9% de los beneficios empresariales —casi un 20% más que la media de los países de la Unión Europea—.

Este peso fiscal excesivo penaliza la inversión privada, limita la creación de empleo y provoca salarios más bajos y menor crecimiento del PIB per cápita .

Pero además de las cifras, este artículo analiza por qué este contexto supone un serio lastre para la competitividad, y propone una revisión crítica de las políticas fiscales españolas.

 

Una carga impositiva presionante: cifras que pesan

Según la Tax Foundation y el IEE, España es el país de la UE donde el tipo efectivo sobre beneficios—lo que realmente pagan las empresas tras deducciones—es mayor, con un notable 28,9%.

En contraste, la media europea se sitúa en el entorno del 24 %, lo que coloca a las empresas españolas en una posición comparativamente desventajosa.

Ese tipo efectivo superior no solo castiga a las compañías, también tiene efectos directos en las familias y la economía real: menor inversión, menores salarios y empleo menos dinámico.

 

¿Por qué se grava tanto a las empresas?, Empresas exprimidas: Hacienda se queda con casi el 29%

España aplica un tipo nominal del 25% en el Impuesto de Sociedades, pero el impacto real varía:

  • Deductibilidad de intereses limitada al 30% del EBITDA.
  • Limitaciones a deducciones por doble imposición, incentivos a la capitalización y zonas frías de deducción que minan la base imponible.
  • Imposición mínima del 15% para grandes empresas a partir de 2023.

El resultado: solo una parte de los beneficios se tributa, pero la presión efectiva sigue siendo alta.

 

Consecuencias directas: inversión, empleo y salarios afectados

El IEE destaca la correlación entre esta elevada carga y los escasos niveles de inversión privada y productividad en España.

Estudios académicos cirujan la misma conclusión: cuanto mayor es la presión fiscal en sociedades, más se frenan los salarios, los dividendos y el crecimiento.

Además, el Banco de España ha apuntado que una fiscalidad elevada sobre el capital puede repercutir indirectamente en la carga de los trabajadores .

El resultado es una España con menor renta per cápita y retornos salariales reducidos respecto al promedio europeo.

 

Doble estándar: presión fiscal en grandes vs pymes, Empresas exprimidas, Hacienda se queda con casi el 29%

En la práctica, la presión varía mucho entre compañías:

  • Según la Agencia Tributaria, las grandes empresas pagan un tipo efectivo de solo el 7 %, frente al 12,2% de las pymes.
  • La CEOE, en cambio, señala que el tipo sobre base imponible real es de un 19,8% para grandes y 24,2% para pymes.

Esta disparidad muestra que las grandes compañías aprovechan mejor las deducciones, mientras que las pymes absorben una carga desproporcionada y menos competitiva.

 

El problema de fondo: menor inversión en capital humano y tecnológico

La elevada presión fiscal distorsiona a las empresas:

  • Menos recursos para innovación y digitalización.
  • Reducción de plantillas o contratación precaria, en vez de consolidación de empleo.
  • Desincentivo a la internacionalización y actividades de alto valor añadido.

Comparte este diagnóstico un reciente informe del Banco de España sobre escasa productividad empresarial española , que insta a redistribuir la presión fiscal hacia modelos menos lesivos para el crecimiento.

 

Medidas que se han aplicado… y sus lagunas

El Gobierno anunció en mayo de 2025 un ahorro fiscal de 2.000 millones mediante:

    Estímulos a la capitalización.

    Reducción gradual del tipo para microempresas.

    Mantener el 15% mínimo global, como pacto OCDE.

    Alzas impositivas a banca, grandes fortunas y tabaco para compensar.

Si bien supone un alivio, el Consejo de Ministros ya había advertido que recaudaría 6.000 M€ adicionales vía impuesto a ricos.

A día de hoy, la caída efectiva en la presión corporativa sigue siendo modesta.

 

Comparativa internacional: perdiendo reflejo competitivo

Mientras España presenta los niveles más altos de presión fiscal efectiva, países como Irlanda (12,5%), Países Bajos (25%) o Reino Unido (19%) ofrecen entornos más atractivos para la inversión corporativa.

Eso explica en parte la fuga de emprendimientos tecnológicos y la ausencia de “gazelles” —empresas de rápido crecimiento— en el ecosistema español.

 

Recomendaciones para mejorar sin perder progreso

El debate fiscal debe incluir:

  • Reducción gradual del tipo nominal del 25% al 22–23%, en línea con entornos competitivos.
  • Deducciones ligadas a inversión real (I+D, formación y digitalización): transformar gasto impositivo en palanca de modernización.
  • Límites a ventajas de grandes corporaciones, evitando erosión fiscal que genera desconfianza.
  • Protección a pymes, con tipos reducidos y simplificados tributarios al estilo microregímenes.
  • Evaluación continua del impacto fiscal en crecimiento y empleo real —no solo recaudación—, como pide el BCE y la OCDE.

 

Barreras futuras y riesgos de inacción, Empresas exprimidas, Hacienda se queda con casi el 29%

España enfrenta:

  • Presión presupuestaria y déficit que limitan la capacidad de reducción fiscal.
  • Riesgos de incumplimiento con las reglas europeas —aunque otros países lo han superado.
  • Inercia política que prioriza ingresos inmediatos frente a beneficios estructurales a largo plazo.

No actuar supone perpetuar un modelo económico ineficiente, con menos empresas, empleo precario y aspiraciones limitadas.

 

Conclusión Empresas exprimidas: Hacienda se queda con casi el 29% de beneficios, un 20% por encima de la UE

España ha apostado por una recaudación excesiva sobre el tejido empresarial, dejando atrás competitividad, inversión y bienestar salarial.

El 28,9% de presión fiscal efectiva es un lastre que no solo pesa en los balances, sino también en el futuro económico nacional.

Las reformas anunciadas son pasos en la dirección correcta, pero apenas rascan la superficie.

  • Si España quiere reconquistar su aplauso en el concierto europeo, debe transformar su modelo fiscal: menos presión sobre el capital, más incentivos a la inversión real.

Solo así recuperaremos crecimiento, empleo y renta.

Si seguimos exprimiendo beneficios sin mirar más allá, ganaremos recaudación hoy y perderemos oportunidades mañana.

El desafío fiscal es también una oportunidad de reequilibrar crecimiento y prosperidad.

Y ese reto empieza por colocar al tejido empresarial, no a la recaudación, en el centro del sistema tributario.

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